Hola, diario. Pensé que Pablo iba a entender rápido que yo era el líder del grupo, pero no es así. Me cuesta mucho, che. Ayer volví a mearle los videos y me volvió a dar diariazos en la cola. No me duelen mucho, pero yo chillo fuerte como para que le de cargo de conciencia. No dio resultado. Y un ratito antes de que él vuelva de trabajar, me di con un gusto que tenía reprimido desde que llegué: metí el hocico en el tacho de basura y desparramé todo su contenido por toda la casa. De paso, aproveché y me comí algunas cositas que él había desperdiciado. Cuando vio eso me gritó, me agarró del collar y me sacó al balcón otra vez. Esta vez fue más duro. Me dejó ahí toda la noche. Me comporté como un líder revolucionario exiliado y no lloré. Fui duro y me quedé mirándolo fijo desde afuera. Creo que no dio resultado porque se fue a dormir tranquilo.
A la mañana me abrió la puerta, me dijo que me perdonaba y me sacó a pasear, como corresponde. Vamos a ver cómo sigue la cosa. Yo no me voy a doblegar.
jueves, 26 de noviembre de 2009
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