UNA VIDA SIN UN PERRO, ES UN ERROR

"LA GRANDEZA DE UNA NACIÓN Y SU PROGRESO MORAL PUEDE SER JUZGADO POR LA FORMA EN QUE SUS ANIMALES SON TRATADOS."
Mahatma Gandhi

NO USES PIROTECNIA

NO USES PIROTECNIA
Por favor, no usen pirotecnia. Los "cuetes" nos asustan, nos hacen mucho mal a nuestros oídos, nos desorientan y son la causa de que muchos perros y gatos se pierdan entre diciembre y febrero. Lo mismo les ocurre a otros animales, como las aves. Pensá en nosotros y en los múltiples problemas que pueden causar los fuegos artificiales. NO USES PIROTECNIA. Gracias. PD: Ah... Ponele chapita con número de teléfono a tu perro. Para esta época hay muchos perros perdidos a causa de la pirotecnia, por favor, si ves alguno no sigas de largo, ayudalo a encontrar a su familia.

lunes, 24 de enero de 2011

El sillón y los celos

Y el sillón se volvió a mover... Como te lo adelanté. Lo odio. A gatito nuevo hay que sumarle sillón nuevo. ¡Basta de cosas nuevas en esta casa! Pablo y yo éramos suficientes y teníamos todo lo que necesitábamos. Ahora tenemos un piojo peludo que anda por toda la casa a los saltitos diciendo “mau, mau, mau” y un sillón que ocupa toda mi pared favorita y obligó a que moviéramos todos los muebles. Esperé dos días como para volver a hacer una maniobra poltergeist. Luego, con todas mis fuerzas, volví a correr el sillón hasta la mitad del living. Y Néstor me ayudó un poco en mi maniobra de destrucción. Se afiló las uñas en él por lo menos tres veces. Pablo se enfureció. Me gritó y me dijo de todo. “Pelotudo” fue lo más suave que le escuché. Nunca me había insultado así. Como castigo, me dejó un rato afuera, en el patio. Ya tengo dominado ese castigo. Pongo cara de compungido, me voy a un rincón y lo miro de reojo. No lloro, ni nada. Me las aguanto estoico. Es la conciencia de Pablo la que me rescata siempre. Le carcome el cerebro tanto que, al cabo de un ratito, me abre la puerta y me deja entrar.

Al día siguiente volví a repetir mi piquete, pero con un agregado. Con los dientes pude agarrar uno de los almohadones enormes que tiene el sillón y lo revoleé bien lejos. Lástima que le quedaron los agujeritos de mis dientes (no puedo controlar mi fuerza brutal). Néstor miraba asombrado pero, como todo chico, aprovechó el lío y se puso a saltar en los almohadones y a afilarse las uñas en la parte trasera del sillón.

No medí las consecuencias. Para Pablo fue una catástrofe. Edilicia y moral. En primer lugar, se tomaba la cabeza y no podía creer la semidestrucción de su sillón nuevo. En segundo lugar, creo que estaba decepcionado de mí. Se enfureció. Tomó el diario del domingo (que es pesadísimo) y me pegó con él en la cola. Luego me echó al patio y, como no se le iba el enojo, me ató. Confieso que me asusté un poco. ¿Sabés qué pasó después? Vino Néstor hacia mí y comenzó a darme besitos en la cabeza. Pablo lo llamó para acariciarlo y darme celos, pero él se quedó firme con el desvalido. O sea, yo. Fue el fin de mis celos de Néstor. Creo que, definitivamente, le caché cariño.

La actitud de amor de este chico gato hacia mí hizo que Pablo se ablande más rápido de lo previsto. Luego, como siempre. No me habló hasta que nos fuimos a dormir y, al día siguiente: “¿Olvidado? Olvidadooooo”.

En consecuencia, no volveré a tomar represalias con el sillón... y la paz volverá a nuestro hogar.


miércoles, 19 de enero de 2011

Sillón nuevo


Hola, diario. Ayer, Pablo y un amigo suyo trajeron un nuevo sillón. Grande, de un color que no puedo definir (me suele ocurrir eso). Apenas los vi llegar, me dije a mí mismo: "No me gusta". No sé porqué... Viste que a la estética no le doy mucha importancia, pero este sillón no me gustó. Bueno, te lo tengo que admitir. Creo que deposité mi malhumor de los últimos días en este sillón nuevo. Vengo chinchudo*. Es que soy celoso, qué le voy a hacer. Noto que las gracias que hace este chico Néstor desarman de ternura a Pablo. Entonces se la pasa jugando con él o, como es muy chiquito, lo levanta permanentemente. Hasta ven televisión juntos. Bah... el chiquitito se enrosca y se hace una pelotita peluda sobre su pecho, donde se queda dormido. Yo mismo veo cómo a Pablo le caen las gotas de transpiración y, así y todo, soporta al gatito sim-pá-ti-co. Ya ese grado de confianza no me gusta. No le hablo más a Néstor. Lo ignoro desde hace dos días. Me busca y revoleo la mirada hacia todos lados, como haciéndome el distraído. A él no le preocupa demasiado, se pega media vuelta y sigue dando saltitos por ahí (tiene una habilidad impresionante para cazar moscas).
Creo que por eso le tomé odio al sillón. Ayer, cuando Pablo se fue a trabajar, me agarró un ataque de furia en contra de ese maldito sillón. No pude morderlo, así que con mi hocico, junté fuerzas y lo empujé. Lo corrí tanto que quedó justo en el medio del living. Cuando llegó, Pablo no lo podía creer. Se quedó tieso. Debe haber pensado que había poltergeist. Miraba el sillón y me miraba a mí (yo revoleaba la mirada para todos lados, haciéndome el desentendido). Me retó, pero contenido. Creo que se fue a dormir sin entender.
Mañana, el sillón se va a mover otra vez.

*Enojado

jueves, 13 de enero de 2011

Compañero de juegos


Hola, diario. Quiero contarte algo de este chico Néstor. Tras haber conocido a Zsá Zsá nunca hubiera pensado que me podría divertir tanto con un gato. Yo tengo la sospecha de que Néstor se cree perro. Noto que me observa mucho... y me copia. Pablo hace pelotitas de papel y se las arroja bien lejos. Él pega un salto y corre como una flecha a buscarlas... ¡Y se las trae en la boca! Y hace como yo: se queda paradito, esperando a que se las vuelva a arrojar.
Luego, a pesar de su edad y de su tamaño, le encanta jugar a lo bruto, como hacemos los perros. De pronto, yo estoy plácidamente acostado en el piso y esa pulga peluda se me acerca y me pone mirada de asesino serial. Ahí nomás, empieza a dar saltitos alrededor mío, como si tuviera resortes en las patas, con el lomo arqueado y los pelos erizados. Se hace el cocorito. Yo no le saco mi mirada de encima porque, al menor descuido, me pega un salto encima y dispara como una flecha para que salga corriendo detrás de él. Yo sé muy bien que se caga de risa cuando hace eso. Puedo oír sus carcajadas mudas dentro suyo. Corremos alrededor de toda la casa y no nos importa si atropellamos a Pablo y lo dejamos sentado de culo en el piso. Terminamos utilizando la cama como si fuera un ring. Ahí Néstor se me tira encima y, aunque no lo creas, me boxea. Con esas patitas diminutas, sin sacar las uñas, me boxea. Es como si te golpearan con un algodón, pero yo le hago creer que es un tigre feroz y me defiendo. Lo agarro con los dientes, sin apretar, y lo revoleo un poco. ¡¡Le encanta!! Todo empapado por mi saliva, vuelve a arremeter y ahí me subo encima suyo y, con los dientes, le mordisqueo suavemente la nuca y el lomo. Le fascina. Creo que le hace cosquillas.
Al principio, Pablo se asustaba mucho cuando hacíamos eso. Me decía: ¡Francisco, lo vas a aplastar! Qué va... ¡Es de goma este pibe! Al final de nuestras luchas, me encanta tirarme panza arriba en la cama y rodar... pero rodar arriba de él. ¡Pablo se desesperaba! ¡A Néstor le encanta! Cuando terminamos estos juegos, quedamos extenuados, tirados en el piso. A veces, él se acerca despacito, cierra los ojos y comienza a darme besitos en la frente. Creo que me quiere.
Espero que ahora no tenga intenciones de salir a pasear con correa.

jueves, 6 de enero de 2011

TOC

Hola, diario. No dejo de sorprenderme con el pibe Néstor. Es tan diferente a Zsá Zsá... Me da besitos todo el tiempo y tiene un trastorno obsesivo-compulsivo por la limpieza. Cuando se pone a jugar y a explorar el mundo se ensucia como cualquier chico. Bueno, él no se hace problema. Pero cuando pone pausa a su hiperquinético temperamento juvenil, se sienta y comienza su laaaaaaarga tarea de aseo corporal. Puede pasar muchos minutos limpiando cada milímetro de su cuerpito con su áspera lengua. No soporta la suciedad. Hasta no quedar completamente bañado, no para. Quise ayudarlo y le di un solo lengüetazo como para limpiarlo. Me miró indignado y comenzó otra vez la tarea, pero ahora para limpiarse mi saliva. También me di cuenta de que cuando Pablo lo agarra y lo mimosea un rato, él permite todo pero luego, con su lengüita, se limpia todas las partes de su cuerpo donde Pablo lo tocó. Dejame de hinchar... es un obsesivo. ¿Serán así todos los gatos?

miércoles, 5 de enero de 2011

Como perro y gato


Hola, diario. Vos viste que a mí la palabra "amo" no me gusta mucho. Pero bueno... cuando yo soy el sujeto la acepto un poco más. Creo que soy el amo de este chico Néstor. Te explico porqué. Cuando Pablo se va a trabajar comienza mi trabajo de extrañar y de esperar. Pero al gatito no le preocupa tanto. Él sigue explorando la casa, se trepa por todos lados (qué envidia me da eso) y su vida es un constante descubrir. De todos modos, le gusta dormir más de día que de noche. Es adorable cuando duerme. Me puedo quedar horas contemplándolo y pensando en qué estará soñando.
Pero cuando Pablo regresa y nos vamos a pasear juntos, sé muy bien que Néstor se queda sentadito en la puerta, llorando y esperando a que YO regrese. Cuando volvemos del paseo, a Pablo no le da bolilla, pero a mí viene a lamerme y a olfatear todos los olores que traigo de la plaza. Sé que es mucha responsabilidad cuidar a un chico de otra especie, pero este me cae bien. Sólo me molesta sobremanera cuando Pablo lo alza en sus brazos, le da besitos y le dice cosas lindas. Ahí me dan ganas de regresarlo adonde lo encontramos. Pero no, vamos a quedarnos con él, con mi mascota-hermano.