UNA VIDA SIN UN PERRO, ES UN ERROR

"LA GRANDEZA DE UNA NACIÓN Y SU PROGRESO MORAL PUEDE SER JUZGADO POR LA FORMA EN QUE SUS ANIMALES SON TRATADOS."
Mahatma Gandhi

NO USES PIROTECNIA

NO USES PIROTECNIA
Por favor, no usen pirotecnia. Los "cuetes" nos asustan, nos hacen mucho mal a nuestros oídos, nos desorientan y son la causa de que muchos perros y gatos se pierdan entre diciembre y febrero. Lo mismo les ocurre a otros animales, como las aves. Pensá en nosotros y en los múltiples problemas que pueden causar los fuegos artificiales. NO USES PIROTECNIA. Gracias. PD: Ah... Ponele chapita con número de teléfono a tu perro. Para esta época hay muchos perros perdidos a causa de la pirotecnia, por favor, si ves alguno no sigas de largo, ayudalo a encontrar a su familia.

jueves, 31 de marzo de 2011

Travesuras gatunas


Hoy Néstor amaneció colgado de la persiana. Parecía uno de esos muñecos que se pegan en los vidrios y no se salen más. Todo estirado, como crucificado, pero moviendo la cabeza para atrás viendo cómo bajar. Pablo se despertó por los maullidos y no entendía nada. No sabía si asustarse o largar una carcajada. La verdad es que era graciosa la posición, con los brazos en alto y las piernas colgando. Cuando lo bajó, salió corriendo del susto a esconderse. Yo te cuento cómo fue porque lo venía vigilando desde antes de que Pablo se despierte. Madrugó y estaba aburrido, entonces se puso a recorrer la casa, así haciéndose el sigiloso, como siempre. En un momento se paró frente a la persiana, que estaba baja hasta el piso porque a Pablo le molesta la luz del día cuando duerme. La observó y no vas a creer lo que empezó a hacer: puso sus patitas delanteras en cada una de las tablas de la persiana y comenzó a trepar. Como si fuera una escalera. No sé qué le pasa a este chico... se cree cucaracha que puede caminar por las paredes. Claro... llegó arriba de todo y ya no supo bajar, así que clavó sus uñas y se quedó ahí colgado.

Néstor es muy travieso. Hace cosas que yo no haría (como colgarme de la persiana, por ejemplo). Como tiene esa habilidad envidiable de saltar muy alto y treparse por todos lados, se cree que tiene derecho a la investigación en las alturas. Todo quiere oler. Todo quiere recorrer. Camina entre los libros de Pablo con habilidad de equilibrista. También lo hace entre unas estatuas de adorno, que están sobre un aparador. Deambula en zigzag entre ellas sin moverlas... hasta que llega a un chino de madera. No lo quiere. Lo empuja con la patita y el chino queda dando vueltas sobre su base redonda. Escuché a Pablo un día, cuando regresó del trabajo, que dijo: “Este chino está vivo”.

Pablo le compra unas ratitas de juguete. Puede pasarse toda la tarde corriéndolas, revoléandolas por el aire. A veces me da bronca que se divierta tanto y se las destrozo con los dientes (odio que no me presten atención a mí). Sino, Pablo le hace pelotitas de papel y puede pasar horas jugando con ellas. No se cansa nunca. Tiene una energía envidiable.

Pero es tan inquieto que tengo miedo de que sus travesuras lleguen más lejos y me echen la culpa a mí.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Pequeño manual para que no te pisen



Lo de andar en el piso tiene ventajas y desventajas. Por un lado te sentís libre y desparramarte donde querés, con la tierra bien cerca de tu esencia. ¡No sabés las cosas que escuchás y sentís en el suelo!
Pero también corrés riesgos. Los humanos tienen la costumbre de caminar en dos patas, lo que los hace mucho más grandes que uno. Y como miran hacia la altura de sus narices, muchas veces no te ven. Entonces, sin querer, te patean, te pisan la cola o las patas o, incluso, pueden tropezarse con vos y caerse. Si eso ocurre, sin dudas, vos tendrás la culpa. Por lo tanto, hay que tomar ciertos recaudos como para no largar un chillido agudo de dolor y que, encima, te reten. Es que cada vez que gritás porque te pisan, se asustan y, en lugar de hacerte "sana-sana", te cagan a pedos*. Te aconsejo lo siguiente: tratá de no comer atravesado o podés convertirte en un felpudo; cuando estás feliz, no des saltitos alrededor de sus piernas, te van a pisar la pata; no camines demasiado cerca de ellos, son torpes y aplastan; si te quedás dormido de cansancio, no lo hagas bajo el marco de alguna puerta o en alguna curva de la casa; y lo más importante: si les hacés el honor de dormirte a los pies de sus camas, tratá de despertarte antes que ellos, sino, cuando se levanten, pueden confundirte con una pantufla.


*Regañar.

martes, 15 de marzo de 2011

Pichín


Hola, diario. Hoy batí mi récord. Pude mear en el radio de tres manzanas sin que se me termine el pis. Es un arte que el perro va adquiriendo con el paso del tiempo. Estaba muy preocupado porque somos muchos perros en este barrio y si no te hacés respetar estás listo. Para eso, es necesario dejar tu marca de orin en cada rincón. Todo un arte. Respeto las meadas de las hembras, pero hay que tapar las de los machos. Para eso, hay que administrar muy bien el pis. Aunque no te hayan sacado a pasear en horas, hay que contenerse de largar todo en la primera meada. A su vez, hay que tratar de no agotar los riñones y que te resistan por lo menos entre 12 y 15 años. Es un trabajo minucioso. Casi una sinfonía renal. Pero es irrefrenable. A cada aroma a nuevo perro, una meada cortita. A cada olor a perro bravo y machote, un chorro con más fuerza. Si hay una señal de perra bonita, una meada más suave y artística. Ay... ¡cómo me gusta hacer pis! El piyar es la esencia del perro. Y nuestros mejores amigos en este menester son los árboles. Nos toleran todo tipo de descarga. Eso sí, tenés que tener mucho cuidado de los porteros y porteras. Odian que les piyes los árboles de sus casas. Los cuidan más que a sus nalgas. El peor enemigo del perro es el portero. Lo tengo muy claro. Peores que los chinos.
Desde hace tiempo me entretengo pensando en cuántas cuadras y esquinas soy capaz de dejar mi marca. Creo que ya tengo un territorio bastante amplio como para hacerme el guapo. Bueno, de todos modos, es un trabajo que no se termina nunca. La competencia es feroz. Pero mi pis también lo es.

martes, 8 de marzo de 2011

Niñez



Hola, diario. No sé cómo hacer para explicarle a este chico Néstor que mi abrigo de invierno no es su mamá. Desde que llegó está obsesionado con transformar en su mamá a todo lo que tiene pelos. Demás está decirte que lo quiso hacer conmigo, pero lo saqué cagando. Le tengo cariño y me provoca ternura, pero de ahí a dormir con un gato... a sufrir ese bochorno, de ninguna manera. Un día estaba yo acostado pensando en la nada, y se me acerca Néstor con rostro entre voraz y dulce. ¡Podés creer que, con sus patitas delanteras, empezó a rascarme la panza, así como si estuviera haciendo un paso de hiphop! ¡Me pinchó! ¡Tiene las uñas muy afiladas!
Luego hizo lo mismo con Osito 8, hasta que se acostó encima y comenzó a mamar la leche que Osito no tenía. Ahí me di cuenta de lo que le pasaba. Extraña la teta de su mamá. Pobre pibe. Otro huérfano más en este mundo. Y bueno... bienvenido al club. Ahora Pablo, que es medio huerfanito, Néstor y yo.
Como Osito 8 le resulta un poco incómodo, ahora tomó a mi abrigo de lana como su madre. Hace la misma ceremonia. Apoya sus manitos, y comienza a amasar la lana, hasta que se acuesta sobre ella y comienza a chupar. Pobre pibe. Me da una ternura... Me paro a su lado y trato de explicarle con la mirada que eso es inútil, que no es su mamá y que no va a sacar nada más que pelusas, pero bueno, no entiende.
Yo no recuerdo cuándo dejé de tener mamá. Ni tampoco cuándo dejé de ser chico. Trato de hacer memoria y recordar, pero es inútil. Algún día, mi mamá no estuvo más. Ahora que lo veo así a Néstor me dan ganas de volver a verla. Y también me dan ganas de recordar cuándo fue que crecí. No sé si fue un día que me desperté y ya estaba así de grandote o fue la sobrealimentación que me dio Fina. Creo que fue sin querer que crecí. Así sin darme cuenta.
Uno no debería perder la memoria de estas cosas. Uno debería prestar atención al crecimiento, para poder conservar un poco de inocencia, de frescura. Voy a tratar de que Néstor crezca muy de a poco. Ya está. Lo voy a educar yo. Quiero que, dentro de unos años, sea un gato de pelo en pecho, pero que conserve esa capacidad de sorpresa permanente que tiene. Espero no olvidarme.