UNA VIDA SIN UN PERRO, ES UN ERROR

"LA GRANDEZA DE UNA NACIÓN Y SU PROGRESO MORAL PUEDE SER JUZGADO POR LA FORMA EN QUE SUS ANIMALES SON TRATADOS."
Mahatma Gandhi

NO USES PIROTECNIA

NO USES PIROTECNIA
Por favor, no usen pirotecnia. Los "cuetes" nos asustan, nos hacen mucho mal a nuestros oídos, nos desorientan y son la causa de que muchos perros y gatos se pierdan entre diciembre y febrero. Lo mismo les ocurre a otros animales, como las aves. Pensá en nosotros y en los múltiples problemas que pueden causar los fuegos artificiales. NO USES PIROTECNIA. Gracias. PD: Ah... Ponele chapita con número de teléfono a tu perro. Para esta época hay muchos perros perdidos a causa de la pirotecnia, por favor, si ves alguno no sigas de largo, ayudalo a encontrar a su familia.

viernes, 29 de abril de 2011

Feliz Día del Animal


Hola, diario. Ayer estuve tratando de descifrar un poco una conversación que tenían unos amigos de Pablo y eso me llevó a pensamientos filosóficos. Parece que hablaban de alguien que no era buena persona, porque la nombraban y arrugaban la nariz y el ceño. Luego noté que uno de ellos exclamó: "¡Es una perra!". Miré para todos lados y no había ninguna por ahí... Luego los demás repitieron cosas como: "¡Sí, es una terrible perra!". Y me di cuenta de que no hablaban de ningún animal, sino de una persona a la que le decían perra a modo de insulto. Me sentí muy ofendido. Me pegué media vuelta y me fui a descansar y a recapacitar en mi sillón favorito.
¿Cómo puede ser que para insultar a alguien mencionen el sagrado apelativo "perra"? Yo nací de una perra. Y estoy orgulloso de ser un hijo de perra. Yo no le grito "¡persona!" para insultar al pitbull altanero de la otra cuadra. Digo yo... ¿Las personas se darán cuenta de lo que hacen siempre?.. Yo no conozco perros malos, ni animales malos, en general. El pitbull de la otra cuadra es un jodido con sus congéneres porque sus dueños le enseñaron a odiar a los demás perros. Pero no es su culpa. ¿Por qué no dirán "es leal como una perra"? ¿O por qué no dirán "es trabajador como un burro"? ¿O "es inteligente como un caballo"? ¿O "es tan libre como un gato"? ¿O "más cariñoso que un perro"? ¿O "más dulce que un conejo"? ¿O "tan abnegado como una hormiga"?
No entiendo, diario. Estoy ofendido. Por eso, levanto el hueso de caracú que me regaló Fina para brindar por los perros, gatos, caballos, burros, pájaros y todos los animales del mundo. Brindo con el deseo de que los humanos, que tienen el poder sobre todo, puedan observar más de nuestro interior... para aprender. Para ser mejores.

sábado, 23 de abril de 2011

Restos

Hola, diario. Si supieras lo difícil que es, a veces, poder afanarte* un pedazo de comida te sacarías de la cabeza esa idea de haber deseado ser perro (porque después de leerme a mí, seguramente te habrá pasado eso). Puede resultar indignante. Yo soy capaz de entregar el alma por un bocadito de comida humana. Para qué negarlo. Por un pan soy capaz de traerte las pantuflas cuando las necesites y por un pedacito de hamburguesa, me agarro la correa con los dientes y me paseo solo. El dictador en ese aspecto es Pablo. No le gusta nada que coma lo que sobra de la mesa. Por eso me gusta tanto cuando vamos a visitar a Fina o al resto de la familia. Cuando Pablo no mira, ellos comparten pedacitos de su comida durante la cena, o me permiten robar lo que sea. No siempre es fácil, pero ese trabajo de estirar el pescuezo lo máximo posible para alcanzar lo inalcanzable, tiene un resultado maravilloso. Y lo ves en tu paladar.

*Robarte

Compartir

Hola, diario. Vos viste que a mí me cuesta mucho llevar a cabo el concepto de la palabra "compartir". Sí, soy egoísta, lo admito sin preocupación. A veces me enojo porque no entiendo cómo se puede no prestarme atención. Soy macanudo, divertido, cariñoso, carismático... algo de facha tengo. Entonces cuando vienen visitas no puedo evitar intentar llamar la atención. Del mismo modo, me desespero cuando Pablo le da un beso a alguien o le hace upa al gato.
De todos modos, debo admitir que es el gato quien me enseñó a compartir un poco el tiempo, la atención y el cariño. Ocurrió casi sin querer. Un día no me di cuenta y estábamos jugando los tres: Pablo, Néstor y yo. ¡Y cómo nos cagamos de risa! Yo tomé por asalto la cama y empecé a correr en círculos por ella. Néstor pegaba saltitos para subirse y ahí comenzó el juego de impedírselo. La idea era luchar por la supremacía de la cama. Mientras, Pablo nos cantaba cantitos tan horrorosos como incentivadores. Nos enfervorizaba y, mientras, nos daba palmadas. ¡Uy, cómo nos matamos de risa! Te juro, diario, que quedamos agotadísimos de correr y reírnos. Tuve que ir a tomarme un trago de agua al inodoro para recuperar fuerzas. Y Néstor, que nunca se cansa, quedó desparramado sobre la baldosa más fresca que encontró.
Luego de ese juego me di cuenta de lo que habíamos hecho: compartimos un rato. ¿Por qué habrá pasado eso? Me parece que le caché mucho cariño a ese gato.