De todos modos, debo admitir que es el gato quien me enseñó a compartir un poco el tiempo, la atención y el cariño. Ocurrió casi sin querer. Un día no me di cuenta y estábamos jugando los tres: Pablo, Néstor y yo. ¡Y cómo nos cagamos de risa! Yo tomé por asalto la cama y empecé a correr en círculos por ella. Néstor pegaba saltitos para subirse y ahí comenzó el juego de impedírselo. La idea era luchar por la supremacía de la cama. Mientras, Pablo nos cantaba cantitos tan horrorosos como incentivadores. Nos enfervorizaba y, mientras, nos daba palmadas. ¡Uy, cómo nos matamos de risa! Te juro, diario, que quedamos agotadísimos de correr y reírnos. Tuve que ir a tomarme un trago de agua al inodoro para recuperar fuerzas. Y Néstor, que nunca se cansa, quedó desparramado sobre la baldosa más fresca que encontró.
Luego de ese juego me di cuenta de lo que habíamos hecho: compartimos un rato. ¿Por qué habrá pasado eso? Me parece que le caché mucho cariño a ese gato.
Francis, esta muy bien que hagas ejercicio pero la cama de Pablo no es el gimnasio, mira que si se rompe te quedas sin cama vos tambien y el piso es duro. En cuanto a los cantitos de Pablo, los mismos no son horrorosos Francis, esa canciòn es como el Himno Nacional!!!!!
ResponderEliminarBesitos
Alejandra