UNA VIDA SIN UN PERRO, ES UN ERROR

"LA GRANDEZA DE UNA NACIÓN Y SU PROGRESO MORAL PUEDE SER JUZGADO POR LA FORMA EN QUE SUS ANIMALES SON TRATADOS."
Mahatma Gandhi

NO USES PIROTECNIA

NO USES PIROTECNIA
Por favor, no usen pirotecnia. Los "cuetes" nos asustan, nos hacen mucho mal a nuestros oídos, nos desorientan y son la causa de que muchos perros y gatos se pierdan entre diciembre y febrero. Lo mismo les ocurre a otros animales, como las aves. Pensá en nosotros y en los múltiples problemas que pueden causar los fuegos artificiales. NO USES PIROTECNIA. Gracias. PD: Ah... Ponele chapita con número de teléfono a tu perro. Para esta época hay muchos perros perdidos a causa de la pirotecnia, por favor, si ves alguno no sigas de largo, ayudalo a encontrar a su familia.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Festejos



¡Feliz Navidad, diario! ¡Qué manera de comer estos días! Amo las fiestas de fin de año. Por varias razones. En primer lugar, te permite estar con tooooooda la familia y recibir muchísimos mimos casi en forma constante. En segundo lugar, ligás todo tipo de sabores y texturas de comida.

Pasamos la Nochebuena en la casa de María Elena, la hermana de Pablo, a quien adoro aunque siempre me abrace y me apriete como si fuera un dentífrico. Pablo me vistió con un ridículo adorno navideño en mi collar. Te juro que me daba muchísima vergüenza e hice todo lo posible por quitármelo. Pero no pude. Lo miré a los ojos diciéndole: “¿Por qué no te colgás vos esta pelotudez en el cuello?”. Bueno, me lo tuve que bancar... aunque después me gustó. Todo el mundo, por la calle, hacía comentarios sobre mi collar navideño. Me sentí importante y vistoso.

Bueno, una vez ataviado así, Pablo se acomodó los rulos y comenzó a guardar muchos paquetes dentro de distintas bolsas. También vi que sacó cosas de la cocina con unos riquísimos olores y las guardó en otras bolsas. En conclusión, salimos a la calle llenos de bolsas que rodeaban a Pablo como si fueran apéndices de su cuerpo y me impedían un paso normal porque se enredaban en la correa. Diario: estuvimos por lo menos media hora parados como idiotas en la esquina de casa esperando un taxi. Ninguno nos quiso parar. No creo que haya sido por mí ya que estaba bañado y lindo. Debe haber sido porque les dio miedo el hombre de las bolsas. En definitiva, tuvimos que emprender el camino a pie. Yo no tengo problemas, aunque tanto paquete molestaba un poco. Pablo sudaba como nunca lo vi en mi vida. Caminamos 3 kilómetros hasta llegar a la casa de María Elena. Más que para festejar, Pablo estaba como para irse a dormir. Y yo más o menos... Ya en la puerta de nuestro destino, sufrí mi primer disgusto de la noche. El edificio de la casa de mi tía humana y su familia tiene rejas oblicuas antes de la puerta de entrada, en el pórtico. La última vez que los visité, pude escabullirme entre las rejas para saludarlos antes que pudieran abrirlas. Esta vez no pude pasar. Mi propio cuerpo no me lo permitió. ¡No entraba, diario, no entraba! Tuve la misma sensación de frustración que sintió Pablo hace unos meses cuando se probó un pantalón y no podía abrocharse el botón. ¡¡Engordé mucho, diario!! Bueno, tuve que anular ese primer sentimiento frustrante y esperar a que nos abran. Luego de eso, todo fue diversión. Todos hicieron comentarios sobre mi atuendo navideño, me palmearon y jugaron conmigo. Yo fui directo al cuarto de los chicos y me afané un osito de Vero, unas medias de Juan que estaban debajo de la cama y unos calzoncillos de Gaby. Obviamente, Pablo se escandalizó, pero no me importó. Comimos todos a la mesa, nos pusimos tristes cuando recordamos a Raúl y revivimos inmediatamente por la presencia de los nuevos bebés en la casa.

De lo que comí, reconocí carnes de cinco sabores diferentes, zanahorias, un par de panes que se les cayeron al piso y atrapé, y unas gotas de cafecito que pude tomar gracias a Fina, ante un descuido de Pablo. Sí, ya sabía que al día siguiente me iba a doler la panza, pero la ansiedad por el morfi es más fuerte que yo. Además, pensé en que luego podríamos bajar todos los kilos de más con la caminata de regreso a casa.

El segundo disgusto de la noche fueron esos ruidos estruendosos que se escuchan en un momento determinado. Pensé en el pobre Néstor, que estaría en casa debajo de la cama. Panchita, la gata de María Elena, se refugió en la bañera, y yo lo hice debajo de la mesa, entre todas las piernas de la familia. Un espanto esos ruidos. Te enloquecen, te dejan medio sordo y te desconciertan. ¿Qué placer les causará a los seres humanos hacer ese simulacro de guerra en plena ciudad? Por suerte, en la familia preferimos disfrutar riendo, bebiendo y comiendo a lo pavote. Terminé panza arriba, con una mano que me acariciaba la cabeza, otra que me rascaba el mentón y un pie que me amasaba la pancita. Dar y recibir amor. Esto es vida.

Brindo por los que me siguen siempre.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Paseo nocturno


Hola, diario. Viste que yo soy un chico de rutina. Y una de las rutinas que no cambiaría por nada del mundo es la de mi paseo nocturno. Aunque llegue muy tarde, antes de acostarse, siempre Pablo me lleva a dar un paseo nocturno. Lo hemos hecho incluso cuando él tuvo fiebre. Ese día, recuerdo, lo obligaba a caminar rápido porque tenía miedo de que se muera de moquillo. Nuestro paseo nocturno es lo más. Yo lo espero ansiosamente. A lo mejor no tengo tantas ganas de hacer pis porque antes me hice una meadita en el patio, pero es el momento, la situación. Solos con mi mejor amigo, caminando por la inmensidad de la noche sin temor a nada. Yo siempre voy unos metros adelante, porque es mi deber protegerlo (recordemos que no soy gordo, sino musculoso). Y a cada instante me volteo para ver si él me sigue y está bien. Voy tan feliz en ese paseo que, por momentos, no puedo evitar mover la cola. Olfateo todo y de ese modo me entero de cada detalle, cada cosa que ocurrió en el barrio durante el día. Me siento como espiando la vida con el ser humano que elegí para vivir en este mundo. Y juntos, corremos ese velo oscuro que es la noche para hacer nuestro preludio del sueño de la mejor forma: con felicidad, mucho amor y, sobre todo, tranquilidad. Te aseguro, diario, que aunque haya sido un día difícil, llegamos a casa tan relajados que me voy a dormir sin otro deseo de agradecer a la vida y desear que esta felicidad sea eterna.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Todos podemos tener un golpe de suerte

ANTES Y DESPUÉS



Hola, diario. Estoy chocho. Vuelvo a confirmar que todos podemos tener un gran golpe de suerte. Si Nelson aquel día no hubiera encontrado a Pérez en la basura, hoy sería abono de yuyos. Pero lo trajo a casa, lo cuidamos unos días y hoy tiene una familia. Vive con Sole y Jota, dos amigos de Pablo. Lo mejor de todo es que parece que salió de esa pecera en la que vivía, con su ruedita pedorra y ahora tiene un parque de diversiones propio. Escuché también que Sole y Jota le permiten pasear sueltita por la mesada de la cocina, sin intenciones de comérsela. Ah... estoy hablando en femenino porque llevaron a Pérez al veterinario y, cuando lo revisó, se dio cuenta de que no podía llamarse así. Ahora su nombre es Pereza. Es una... ¿hamstera? Bueno, la cosa es que de casi ratón pasó a ser casi ratona. De ser casi basura pasó a vivir en una casa de lujo.
Chicos, cuando pierdan la esperanza recuerden: siempre podemos tener un golpe de suerte que cambie nuestras vidas. Yo también lo tuve.

Pérez adoptado



Hola, diario. Estuvimos una semana conviviendo con el hámster. Te digo la verdad... al tercer día ya me había olvidado de su existencia. Sólo me divertía observarlo un poco cuando hacía ese juego absurdo de subirse a la ruedita y dar vueltas como si tuviera una urgencia sin la posibilidad de llegar jamás a destino. El que estaba fascinado con su presencia fue Néstor. Pasaba mucho tiempo observándolo. Intuyo que si Pérez se salía de su casa podía haber ocurrido una catástrofe. Tal vez Néstor hubiera querido jugar con él y lo habría aplastado. O tal vez lo habría confundido con esas ratitas peludas de plástico que Pablo le regala. Yo las odio y se las rompo siempre con los dientes. ¡Por Dios! ¡Me acabo de dar cuenta de que yo también podría haber confundido a Pérez con una de ellas!
Pérez estaba en peligro. No cabía duda.
Ayer vinieron a casa una chica rubia con un muchacho moreno, fascinados con Pérez. Hasta lo agarraron con las manos, algo que Pablo todavía no había hecho (sólo le rascaba la cabecita con un dedo). A nosotros -a Néstor y a mí- casi nos ignoraron. Tal vez no les interesen los perros y los gatos. Me puso contento porque eso indicaba que iban a querer mucho al pobre Pérez y no había peligro de que se lo coman o lo destrocen pensando que es una rata de plástico.
El que se quedó triste es Néstor. Lo noto aburrido. Maulla todo el tiempo. ¿Se habrá enamorado de Pérez? ¿Le habrá "cachado" cariño? La nostalgia es una porquería.