UNA VIDA SIN UN PERRO, ES UN ERROR

"LA GRANDEZA DE UNA NACIÓN Y SU PROGRESO MORAL PUEDE SER JUZGADO POR LA FORMA EN QUE SUS ANIMALES SON TRATADOS."
Mahatma Gandhi

NO USES PIROTECNIA

NO USES PIROTECNIA
Por favor, no usen pirotecnia. Los "cuetes" nos asustan, nos hacen mucho mal a nuestros oídos, nos desorientan y son la causa de que muchos perros y gatos se pierdan entre diciembre y febrero. Lo mismo les ocurre a otros animales, como las aves. Pensá en nosotros y en los múltiples problemas que pueden causar los fuegos artificiales. NO USES PIROTECNIA. Gracias. PD: Ah... Ponele chapita con número de teléfono a tu perro. Para esta época hay muchos perros perdidos a causa de la pirotecnia, por favor, si ves alguno no sigas de largo, ayudalo a encontrar a su familia.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Adiós, hermano

Hola, diario. Te habrás preguntado el porqué de mi ausencia... Estuve muy triste.
Hace dos meses Nestitor empezó a estar un poco raro. Seguía haciendo su vida normal, pero adelgazando mucho. Pablo también se preocupó y lo llevó al veterinario. Ahí ya no te puedo contar con detalles porque viste que los humanos no te dicen nada, tenés que darte cuenta. Sólo que ese día, volvió llorando. Fueron muchas las veces en las que metían a Nestitor en un bolso y se lo llevaban. Se ve que Pablo me vio preocupado y un día me permitió ir con ellos. Confirmé que iban todos los días al veterinario. Lo subían a Nestitor a esa mesa de metal espantosa y fría para pincharlo y pasarle agua por un tubito que, a su vez, colgaba de una bolsa. No entendí por qué. Qué estupidez esa de que te den agua por un tubo pinchándote el lomo... Si yo lo veía siempre a Néstor bebiendo de nuestro tarro de agua, lo más pancho. Una vez se lo llevaron y tardó cinco días en regresar. Me preocupé mucho. También me enojé y me puse celoso, lo admito. Pablo estuvo ausente mucho tiempo y sólo se abrazaba a mí para compartir su tristeza.
Cuando Néstitor regresó de esa ausencia, comenzó a estar un poquito mejor... pero sólo unos días. Volvió a empeorar y cada vez se puso peor. No te voy a dar detalles, diario, porque es muy triste. Sólo te voy a contar que ayer se murió.
Con Pablo estuvimos varias horas acostados con él adentro de un placard (donde se refugiaba los últimos días). Él le hacía mimos, yo lo observaba. Hasta que llegó un momento que duró varios minutos, en el que Néstor empezó a despedirse definitivamente. Nunca voy a olvidar esos minutos, que se hicieron siglos. Lo acompañamos hasta el final y Pablo le habló muchísimo.
Primero Raúl, ahora Nestitor. Ya sé lo que es la muerte. Ahora en casa confirmé bien de qué se trata eso de pasar un umbral.
Estoy muy triste, diario, muy triste. Néstor fue el mejor gato del mundo. Fue mi hermano gato, el que yo mismo elegí en la placita y con el que corríamos sin parar luchando hasta quedar exhaustos. Como escuché que dijo Pablo: Néstor era el gato más dulce y bueno del universo.
Esta primera mañana se me hizo muy difícil. Faltaba uno. Pero enseguida pensé que ahora Néstor volvió a correr, sólo que tiene ventajas. Ahora podrá volver a treparse adonde quiera. Tal vez a lo más alto que haya pretendido jamás. Y era tan libre y curioso que hasta podrá hurgar dentro de nuestras propias almas, atrevido como era él. Con sus patitas irá amasando nuestros corazones por todo lo que nos quede de existencia, hasta que nos reencontremos. Sus ojazos ven más allá de todo. Te voy a extrañar mucho hermano. Chau.

martes, 17 de julio de 2012

Juegos

Hola, diario. Estoy acá tirado en el patio de casa recordando. La cabeza no para de funcionar un momento. Debo estar grande porque estoy nostálgico. Pasó Néstor, muy pancho, frente a mis narices como si no existiera y me puse a recordar los primeros tiempos en los que llegó a casa. Todavía me estoy muriendo de risa. Jugábamos a los piratas. Yo era el dueño de una isla, que era la cama de Pablo y allí me quedaba, con mis patas delanteras apoyadas completamente y la cola levantada, esperando que llegue el pirata Néstor. El muy ladino rodeaba la isla y se escabullía entre la colcha para asaltarme por sorpresa, pero ahí estábamos, luego, luchando por el territorio, hasta que nos cansábamos.
Ya no estoy tan ágil, pero pienso qué lindo fue haberlo adoptado y tener un hermano amarillo que, aunque tonto porque no sabe ladrar, sabe cómo hacerme divertir.


martes, 12 de junio de 2012

Estoy mayor

Me estoy poniendo grande. En serio. Me estoy dando cuenta de que ya no soy el de antes. Me di cuenta los otros días, cuando Pablo hizo intentos inútiles de lograr que vaya a recoger la botella plástica que él arrojaba una y otra vez. Fue mientras paseábamos. Cada tanto, teníamos la ocasión de unirnos en un ritual divertido. Si él encontraba una botella plástica en la calle comenzaba a patearla y yo la perseguía. Así podíamos pasarnos unas cuantas cuadras, hasta que la muy escurridiza se salga del cordón de la vereda. Ahí seguíamos nuestro paseo, él con una sonrisa, yo moviendo el rabo. No sé qué me pasó esta vez. Perseguí la botella un trecho, pero después no tuve más ganas. Me dio fiaca*. Sé que Pablo se sintió algo frustrado, pero ya está entendiendo que soy un señor grande. Lo mismo pasó con el nuevo peluche que me regaló hace poco, al regresar de viaje. Como siempre, me desesperé por abrir la valija, pero cuando me dio la liebre de peluche, no tuve ningún interés en "cazarla" o en ir a buscarla. Ahora es un adorno sobre la mesa. Perdí mi capacidad de juego, che.
Bueno, por lo menos de juegos bruscos. No tengo problemas en que luchemos un poco al ras del suelo, que Pablo me agarre las orejas y yo me tire panza arriba con cara de asesino serial. Tampoco me cuesta molestar un poco a Néstor para que me persiga y se haga el boxeador (sin uñas, claro). Pero, por ahora, nada de que "te  tiro la pelota y me la traés", o jugar al fútbol con botellas plásticas, o hacernos los niñitos con ositos de peluche. Sí, Diario, estoy mayor.


* Pereza.

martes, 6 de marzo de 2012

Pequeño tratado sobre el pis


Hola, diario. Pasan los años y sigo sin entender algunas actitudes y costumbres de los seres humanos. Algo que me preocupa de Pablo es cómo no puede disfrutar del placer de hacer pis varias veces y en distintos lugares. Siempre veo que hace pis de un saque, en el mismo lugar: el inodoro de casa. No es la forma. El pis hay que administrarlo. De ese modo se disfruta más y le hacés saber a todos los del barrio y posibles visitantes que ése es tu territorio y no estás dispuesto a cederlo tan fácilmente. Yo sé que él a veces se cansa cuando me saca a pasear, porque -modestamente- soy un perfecto administrador del contenido de mi vejiga. Tiene que durar todo el paseo, y en ese sentido, Pablo sabe respetar mi derecho adquirido y me hace pasear por lo menos dos manzanas o veinte minutos de plaza. Y por otra parte, soy muy selectivo con los árboles que voy a piyar*. Cada árbol, para un perro, es como el diario que lee Pablo todos los días. Si olfateás cada árbol te enterás de lo que les está pasando a todos los perros del barrio. Pero hay que ser cuidadoso. Así como no podés escribir encima de lo que está escrito porque no podrías seguir leyendo, no podés mear tanto en árboles que tienen demasiadas marcas. Sí, sí, sí... reconozco que soy muy obsesivo con eso. Tengo un par de árboles favoritos, que no puedo dejar de piyar. Luego, analizo. Si pasaron muchos por allí, prefiero obviarlos. Me da un poco de bronca no poder hacer pis muy seguido en el ceibo que está en la mitad de nuestro paseo habitual. Es que todo el mundo quiere mear ahí. Para qué desperdiciar un chorrito en el árbol de mayor circulación, si vas a pasar desapercibido.
Pablo también se cree que yo no hago pis en casa por educado. Bueno sí, en parte es así, pero no es sólo por eso. ¡Hay que hacer pis en todos lados del barrio! Que todos se enteren de que vos vivís ahí y en qué estado estás. Es una cuestión de respeto y sociabilidad.
Por eso, repito, no entiendo porqué los seres humanos gastan tanta tinta y no se dedican más a hacer pis por todos lados y a agudizar su atrofiado olfato. He dicho.

* Orinar.

sábado, 25 de febrero de 2012

Porteros


Hola, diario. Hoy quiero hablar de los porteros. Pueden llegar a ser el peor enemigo del perro.
Durante nuestro paseo matutino, todos los porteros de los edificios suelen salir a baldear la vereda. Todos muy organizados... Pero desconsiderados. No se dan cuenta de que uno tiene que salir a hacer pis y necesita evitar todos esos espantosos olores a lavandina y a detergentes berretas. Por eso no me caen muy bien.
Pablo les tiene un poco más de respeto. Bah... no sé si es eso o que quiere evitar pelearse con ellos. Te explico por qué. Me encanta mearles justo el árbol que le corresponde a la casa que están limpiando. Algunos no se hacen problemas, pero hay otros que montan en cólera como si les hubiese escupido un ojo. Como es Pablo el que discute con ellos, yo no me hago problema y sigo. Pero guardo bien en la memoria a aquellos cabrones. Se la tenía jurada a un grandote peludo que baldea la vereda con la camisa abierta y la panza colgando, llena vaya a saber de cuántas cosas. Un día se enojó mucho con Pablo porque hice pis en "su" árbol. Pablo le pidió disculpas y le dijo que ese no era "su" árbol sino el de toda la comunidad. El gordo no entendió y siguió gritando. Lo dejamos con el grito ahogado, pero yo lo grabé en mi memoria.
Antes de contarte lo que viene, quiero aclararte que soy un perro considerado y, para que Pablo no tenga que estar agachándose a juntar mi caca con una bolsita, hago mis necesidades en la tierra que rodea a los árboles, cerca del cordón de la vereda, donde nadie pueda pisarla. Igual es un obsesivo y siempre la levanta y la tira en algún tacho.
Ayer supe que sería el día de mi venganza. El gordo descamisado estaba limpiando la vereda con una manguera y vi cómo me observó de reojo cuando pasé. Ahí, inmediatamente, me agaché y dejé en su vereda la caca más larga que jamás me salió. Bueno... sí, sí, después me arrepentí. Pablo no sabía adónde meterse y buscaba la bolsita en su bolsillo. "¿Puede ser tan hijo de puta tu perro?", le dijo el grandote peludo a Pablo. "No es hijo de puta, es perro", le respondió él, mientras tomaba su bolsa con la que un día antes había comprado unos cuantos kilos de papas y juntó el "regalito" que le había dejado al tipo.
Obviamente, después me ligué un reto*. Un reto pequeño, porque Pablo cree que yo no me doy cuenta y que lo hago de apurado y torpe. Diario, te digo la verdad: lo hice a propósito. Detesto la pulcritud obsesiva y hasta malvada te diría de algunos porteros. Por eso, con disimulo, aunque le haga pasar papelones a Pablo, me va a seguir gustando siempre piyar en el árbol de la casa que están limpiando. Un defecto tenía que tener, ¿no?


*Regaño.

viernes, 17 de febrero de 2012

Verano




Hola, diario. Que hace calor en Buenos Aires no te lo tengo que explicar. A veces saco tanto la lengua que tengo miedo de que se me caiga y se pierda. Es tremendo. En la calle el sol pega tan fuerte que debo caminar rapidísimo para no quemarme las patitas. Si encuentro un charco, por más inmundo que esté, meto las patas adentro para remojarme. El calor es insoportable para mí, que soy un perro de pelo en pecho. Encima, Pablo prefiere sudar una catarata antes que instalar en casa esas máquinas que conozco muy bien de algunos negocios, que largan un aire bien fresco y te apagan un poco el fuego. Encima, le gusta el aire libre... en estos días de verano. ¿Vos lo podés creer?
El domingo pasado no hubo ni una sola nube. Pablo se puso su shorcito y su musculosa, cargó un bolsito con dos botellas de agua y tomamos la calle. Tuve que soportar un par de cuadras con el asfalto caliente, hasta que nos protegieron las copas de los árboles. Ahí respiré un poco más. Fuimos a ese lugar que se llama Palermo. Ya me aprendí la palabra. La pronuncia y yo doy unos saltos tremendos de alegría. Ahí no me importa el calor. Corremos como locos por el pasto, entre los árboles; y Pablo me deja que recorra todo sin sacarme la vista de encima.
Hacía tanto calor que me tiré de cabeza al lago. Nadé un poco y me divertí mojando a todos los que estaban alrededor, sacudiéndome el agua de los pelos. La gente gritaba, pero se divertía. Y yo me volvía a zambullir. Al salir, me tiré un poquito al sol para secarme y luego me revolqué sobre un gato muerto y seco, para perfurmarme un poco. Cuando Pablo vio eso, se horrorizó. Me gritó y me retó. ¿El no se perfuma en casa? Bueno, yo lo hago a mi modo. Obviamente, me obligó a meterme al lago enseguida, para sacarme ese olor.
Me encantan esas caminatas con Pablo, aunque haga mucho calor. Cada tanto, paramos un poco y él me da de beber agua de su botellita y en algún momento, nos recostamos en el césped a mirar el cielo y no pensar en nada. Todo es quietud y paz en esos momentos. Claro... hasta que viene un perro impertinente a olerte el culo. Siempre ocurre en algún momento. Pero los saco cagando.
Ahora que lo pienso, el verano no es sólo morirse de calor. Hay que disfrutar de los días iluminados.

sábado, 28 de enero de 2012

Uf... al veterinario


Hola, diario. Qué fastidio me da ir al veterinario. Te juro que detesto a ese melenudo que se hace el bueno y te tortura mientras vos temblás como un lavarropas. Hace unos días que siento algo raro en la pancita. Pablo no se daba cuenta, pero tenía unos retorcijones impresionantes. No sé qué me habrá caído mal. Temo que puede haber sido ese festín que me di cuando abrí con los dientes las bolsas de basura de la puerta del supermercado chino, mientras Pablo hacía las compras. Era tan rico que, con pensarlo, se me va el dolor de panza. La cosa es que, me molestaba tanto la pancita que comencé a hacer pis en casa. Una o dos meaditas. No podía aguantarme. Los primeros días, Pablo me retó y me puso en penitencia. Pero como yo tengo una paciencia sin límites, esperé a que se de cuenta de lo que verdaderamente me pasaba. Es que los seres humanos son muy lerdos, diario.
Sumado a mi incontinencia, empecé a sentir decaimiento y me quedé horas en un rinconcito tranquilo de la casa. Ahí sí. Pablo se dio cuenta enseguida y se preocupó. Inmediatamente me llevó al veterinario. Horror. Con sólo pensarlo, el rabo se me mete entre las patas.
Al principio me tranquilicé cuando me di cuenta de que le explicó que piyaba en casa porque algo no andaba bien en mi organismo. Al fin alguien le explica que no soy un psicópata a quien le encanta verlo de rodillas limpiando el piso todos los días.
Pero acto seguido, el melenudo ese me subió a esa horrible, espantosa y tétrica camilla helada y comenzó a toquetearme por todos lados. Pero no me acariciaba, sino que me clavaba los dedos en la panza. No me gustó nada, pero me porté bien... unos segundos. Luego me metió un palito finito en el culo. Y después lo observó detenidamente, como si se moviera algo en él. No es la primera vez que me lo hace. Luego empezó a palparme en los costados del cuerpo. Ahí no me gustó nada y me puse a patalear. Me tuvieron que tener entre Pablo y Nelson para que pueda quedarme quieto. Ah... y no contento con eso, el muy turro del veterinario me cortó las uñas.
Igual, debo admitir que para algo deben servir los veterinarios porque pasás esa situación traumática, volvés a tu casa, te dan una pastillita espantosa, pero después todo en tu cuerpo parece comenzar a reacomodarse. Por eso, siempre que me llevan al veterinario, aunque asustado, furioso y traumado, acepto ir igual.
¿De la pancita? Mucho mejor. Ya casi ni me molesta y puedo hacer pis en la calle normalmente. Gracias.