UNA VIDA SIN UN PERRO, ES UN ERROR

"LA GRANDEZA DE UNA NACIÓN Y SU PROGRESO MORAL PUEDE SER JUZGADO POR LA FORMA EN QUE SUS ANIMALES SON TRATADOS."
Mahatma Gandhi

NO USES PIROTECNIA

NO USES PIROTECNIA
Por favor, no usen pirotecnia. Los "cuetes" nos asustan, nos hacen mucho mal a nuestros oídos, nos desorientan y son la causa de que muchos perros y gatos se pierdan entre diciembre y febrero. Lo mismo les ocurre a otros animales, como las aves. Pensá en nosotros y en los múltiples problemas que pueden causar los fuegos artificiales. NO USES PIROTECNIA. Gracias. PD: Ah... Ponele chapita con número de teléfono a tu perro. Para esta época hay muchos perros perdidos a causa de la pirotecnia, por favor, si ves alguno no sigas de largo, ayudalo a encontrar a su familia.

sábado, 25 de febrero de 2012

Porteros


Hola, diario. Hoy quiero hablar de los porteros. Pueden llegar a ser el peor enemigo del perro.
Durante nuestro paseo matutino, todos los porteros de los edificios suelen salir a baldear la vereda. Todos muy organizados... Pero desconsiderados. No se dan cuenta de que uno tiene que salir a hacer pis y necesita evitar todos esos espantosos olores a lavandina y a detergentes berretas. Por eso no me caen muy bien.
Pablo les tiene un poco más de respeto. Bah... no sé si es eso o que quiere evitar pelearse con ellos. Te explico por qué. Me encanta mearles justo el árbol que le corresponde a la casa que están limpiando. Algunos no se hacen problemas, pero hay otros que montan en cólera como si les hubiese escupido un ojo. Como es Pablo el que discute con ellos, yo no me hago problema y sigo. Pero guardo bien en la memoria a aquellos cabrones. Se la tenía jurada a un grandote peludo que baldea la vereda con la camisa abierta y la panza colgando, llena vaya a saber de cuántas cosas. Un día se enojó mucho con Pablo porque hice pis en "su" árbol. Pablo le pidió disculpas y le dijo que ese no era "su" árbol sino el de toda la comunidad. El gordo no entendió y siguió gritando. Lo dejamos con el grito ahogado, pero yo lo grabé en mi memoria.
Antes de contarte lo que viene, quiero aclararte que soy un perro considerado y, para que Pablo no tenga que estar agachándose a juntar mi caca con una bolsita, hago mis necesidades en la tierra que rodea a los árboles, cerca del cordón de la vereda, donde nadie pueda pisarla. Igual es un obsesivo y siempre la levanta y la tira en algún tacho.
Ayer supe que sería el día de mi venganza. El gordo descamisado estaba limpiando la vereda con una manguera y vi cómo me observó de reojo cuando pasé. Ahí, inmediatamente, me agaché y dejé en su vereda la caca más larga que jamás me salió. Bueno... sí, sí, después me arrepentí. Pablo no sabía adónde meterse y buscaba la bolsita en su bolsillo. "¿Puede ser tan hijo de puta tu perro?", le dijo el grandote peludo a Pablo. "No es hijo de puta, es perro", le respondió él, mientras tomaba su bolsa con la que un día antes había comprado unos cuantos kilos de papas y juntó el "regalito" que le había dejado al tipo.
Obviamente, después me ligué un reto*. Un reto pequeño, porque Pablo cree que yo no me doy cuenta y que lo hago de apurado y torpe. Diario, te digo la verdad: lo hice a propósito. Detesto la pulcritud obsesiva y hasta malvada te diría de algunos porteros. Por eso, con disimulo, aunque le haga pasar papelones a Pablo, me va a seguir gustando siempre piyar en el árbol de la casa que están limpiando. Un defecto tenía que tener, ¿no?


*Regaño.

viernes, 17 de febrero de 2012

Verano




Hola, diario. Que hace calor en Buenos Aires no te lo tengo que explicar. A veces saco tanto la lengua que tengo miedo de que se me caiga y se pierda. Es tremendo. En la calle el sol pega tan fuerte que debo caminar rapidísimo para no quemarme las patitas. Si encuentro un charco, por más inmundo que esté, meto las patas adentro para remojarme. El calor es insoportable para mí, que soy un perro de pelo en pecho. Encima, Pablo prefiere sudar una catarata antes que instalar en casa esas máquinas que conozco muy bien de algunos negocios, que largan un aire bien fresco y te apagan un poco el fuego. Encima, le gusta el aire libre... en estos días de verano. ¿Vos lo podés creer?
El domingo pasado no hubo ni una sola nube. Pablo se puso su shorcito y su musculosa, cargó un bolsito con dos botellas de agua y tomamos la calle. Tuve que soportar un par de cuadras con el asfalto caliente, hasta que nos protegieron las copas de los árboles. Ahí respiré un poco más. Fuimos a ese lugar que se llama Palermo. Ya me aprendí la palabra. La pronuncia y yo doy unos saltos tremendos de alegría. Ahí no me importa el calor. Corremos como locos por el pasto, entre los árboles; y Pablo me deja que recorra todo sin sacarme la vista de encima.
Hacía tanto calor que me tiré de cabeza al lago. Nadé un poco y me divertí mojando a todos los que estaban alrededor, sacudiéndome el agua de los pelos. La gente gritaba, pero se divertía. Y yo me volvía a zambullir. Al salir, me tiré un poquito al sol para secarme y luego me revolqué sobre un gato muerto y seco, para perfurmarme un poco. Cuando Pablo vio eso, se horrorizó. Me gritó y me retó. ¿El no se perfuma en casa? Bueno, yo lo hago a mi modo. Obviamente, me obligó a meterme al lago enseguida, para sacarme ese olor.
Me encantan esas caminatas con Pablo, aunque haga mucho calor. Cada tanto, paramos un poco y él me da de beber agua de su botellita y en algún momento, nos recostamos en el césped a mirar el cielo y no pensar en nada. Todo es quietud y paz en esos momentos. Claro... hasta que viene un perro impertinente a olerte el culo. Siempre ocurre en algún momento. Pero los saco cagando.
Ahora que lo pienso, el verano no es sólo morirse de calor. Hay que disfrutar de los días iluminados.