domingo, 19 de enero de 2014
sábado, 18 de enero de 2014
El adiós a Francisco
Esta vez no es Francisco quien escribe, soy yo, Pablo, su hermano humano. Este año, Francisquito cumplió 16 añitos felices. Muchos para un perro. Alguien me dijo que los perros no necesitan vivir más porque no tienen que aprender a ser buenos, nacen así. Pero es corto tiempo. Con una pena infinita y uno de los amores más fuertes que he sentido en mi vida, les cuento que, físicamente, Francisco ha partido hacia lugares insospechados, tal vez hacia el cielo de los perros. Hasta hace algunas horas éramos tres que hacían uno. Ahora los dos que quedamos tendremos que aprender a conservar todo aquello que él nos enseñó y nos dejó.
Comenzó a pesarle la edad hace un tiempo, cuando sus abuelos humanos y su hermano gato murieron. Por eso dejó de escribir un poco. Ya no tenía tantas aventuras. Y a su hermano humano la tristeza la quito la creatividad.
Quedaron muchas historias por publicar en su diario. Le prometí que iban a convertirse en libro antes de que él se fuera de este mundo. No pude cumplir con mi promesa, pero con su diario él se sentirá siempre orgulloso, moviendo la cola, como de costumbre. A los que seguían su diario, juro que nos volveremos a encontrar. Les agradezco la fidelidad y el amor con él.
Nuestro perro reía. Estoy seguro. No sólo cuando le rescábamos la panza o jugábamos a atraparlo, reía cuando el amor sucedía. Cuando llegó a casa era un duque y enseguida supe que era especial. Sabía hablar con los ojos, sabía entender de sentimientos, de guiños, de emociones. Supo unir, supo enseñar, supo educar, supo dar tanto amor como nadie puede imaginarse. La vida sin un perro es un error, lo reafirmo. Cuando nos conocimos le dije: "Juntos para siempre". Será así, por toda la eternidad. Ya nos volveremos a encontrar. Te amo y te voy a extrañar mucho, Francisquito mío.
Comenzó a pesarle la edad hace un tiempo, cuando sus abuelos humanos y su hermano gato murieron. Por eso dejó de escribir un poco. Ya no tenía tantas aventuras. Y a su hermano humano la tristeza la quito la creatividad.
Quedaron muchas historias por publicar en su diario. Le prometí que iban a convertirse en libro antes de que él se fuera de este mundo. No pude cumplir con mi promesa, pero con su diario él se sentirá siempre orgulloso, moviendo la cola, como de costumbre. A los que seguían su diario, juro que nos volveremos a encontrar. Les agradezco la fidelidad y el amor con él.
Nuestro perro reía. Estoy seguro. No sólo cuando le rescábamos la panza o jugábamos a atraparlo, reía cuando el amor sucedía. Cuando llegó a casa era un duque y enseguida supe que era especial. Sabía hablar con los ojos, sabía entender de sentimientos, de guiños, de emociones. Supo unir, supo enseñar, supo educar, supo dar tanto amor como nadie puede imaginarse. La vida sin un perro es un error, lo reafirmo. Cuando nos conocimos le dije: "Juntos para siempre". Será así, por toda la eternidad. Ya nos volveremos a encontrar. Te amo y te voy a extrañar mucho, Francisquito mío.
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